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domingo, 2 de enero de 2011

La génesis de la Violencia.

Por el Profr. Juan Pérez Medina (Red MovPAP).


Mucho se ha hablado de la violencia en los últimos días con motivo de los acontecimientos del 8 y 9 de diciembre pasado. El tema no es nuevo ni para la entidad, ni para la humanidad entera. Los mitos bíblicos dan constancia de cómo Abel mató a Caín a base de golpes certeros con una quijada de burro al inicio de la humanidad. Pareciera que la violencia es un rasgo del ser humano, por llamarlo de alguna manera que lo haga diferente al resto de seres vivos, porque que de humano tienen más el resto de los animales que sólo matan por necesidad. Es la violencia pues, un tema recurrente en el paso de los más de cinco mil años desde que el hombre es lo que es. Es un tema del que seguramente más se ha hablado en todos esos años. Pareciera que la violencia es un elemento integrado a la composición del hombre. Pareciera, al menos hasta ahora, que la autodestrucción es, no sólo su pesadilla, sino su destino.

Apenas la semana anterior, en el camino que va de la comunidad de Zuicuirán a La Huacana, fue asesinado con un balazo en la nuca nuestro compañero profesor Leobardo Valenzuela Castañeda, maestro de los alumnos de la escuela secundaria técnica de esa municipalidad y miembro de la Alianza por la Unidad Democrática. Dicen que lo mataron para robarle cerca de tres mil pesos que traía en la bolsa. Eso vale una vida humana por los caminos de México y puede que valga menos. El terror se ha apoderado de los millones de personas que pueblan este país, desde Tijuana hasta Cancún. El terror está más arraigado en algunos lugares con referencia de otros, pero el terror está. No es lo mismo pasar por los caminos de Michoacán o de Nuevo León o de Chihuahua o de Tamaulipas, que ir por Veracruz o Oaxaca, pero el terror está lo mismo aquí que en Durango, Morelos, Guerrero, Jalisco, Sinaloa o Guanajuato. Es el terror de los últimos tiempos. Es el terror a la violencia humana; pero sobre todo a su forma más cruel e indescriptible.

En los años cuarenta, en Europa, marcharon por las calles cientos de miles de personas mostrando su condena al hallazgo en Brasil de un cuerpo asesinado con huellas de tortura. Asesinar así -se dijo- es una barbarie. Tiempo después los muertos por tortura se multiplicaron en el mundo por miles y las marchas cesaron. A todo se acostumbra este hombre, incluso a la peor de las muertes. En septiembre de 2006, las cabezas de cinco personas fueron arrojadas por miembros de un grupo armado a la pista de baile de un bar de la ciudad de Uruapan. Después de amagar a clientes y bailarinas, integrantes del grupo alcanzaron la pista de baile del bar, ubicada en el segundo piso, y arrojaron al centro bolsas negras de plástico con las cinco cabezas. No es nuevo que se decapite a personas. En la Edad Media, ese era uno de los destinos de muchos de los sentenciados a muerte y no es peor a la forma en que los estadounidenses realizan esos hechos de condena, ya sea por inyección letal o en la silla eléctrica. En ambos casos, estos hechos degradantes, cuentan con un número muy alto de espectadores o seguidores, que los disfrutan.

El “gran Búfalo Bill” asesinaba a los indios despellejándolos de sus cabelleras; ahora, un grupo de sicarios en el estado de Guerrero despelleja a sus víctimas, incluso, cuando aun están vivas. No habría que dejar de mencionar a aquellos secuestradores que cortan una parte del cuerpo a sus secuestrados y lo hacen llegar a sus familiares. Habría que recordar a la famosa banda del “Mochaorejas”, que se encargaba de cortar las orejas a sus víctimas y las enviaba a los familiares para forzar el botín. Crueldad sin límite en cada uno de estos casos aberrantes. Perversión humana. Animalidad total.

¿Son acaso actos humanos éstos que ahora estamos viendo? ¿De dónde proviene la violencia? ¿Cuál es su génesis? Cuando la humanidad vivía en manadas e iba de un lugar a otro, las comunidades eran prácticamente grupos que se relacionaban para defenderse de otros grupos que les eran antagónicos de manera natural. Pero eso no era condición suficiente para que entre la comunidad no se dieran hechos de violencia, sobre todo cuando se trataba de repartir los alimentos o a la hora de aparearse. Pasa en los animales, debió pasar seguramente entre aquellos seres humanos. ¿Por qué se mata? La respuesta está en la propiedad que se tenga sobre los bienes existentes en la naturaleza o sobre aquellos que el mismo hombre produce, en un primer momento; pero luego, se trata del poder que sobre los demás se pueda tener. Hacer valer ese poder ha requerido a través de la historia de la violencia. Habría que decir a favor de ella, que existe un tipo de violencia que es justificada: aquella que deviene de la necesidad de defenderse o de actuar a favor de la vida. Así fue con los esclavos que encabezó Espartaco en contra del imperio romano y así fue cuando el pueblo cubano destruyó la tiranía de Fulgencio Batista. Hay pues violencia justificada, pero aun ésta debe ser lo menos posible inhumana.

Aquí y ahora nos enfrentamos a una violencia irracional que tiene su origen en el poder y la riqueza. La violencia de la que hoy hablamos y padecemos, está unida a las consecuencias que el poder y la riqueza generan. La pobreza, la marginación y la ignorancia son el caldo de cultivo de esa violencia, desde ahí se desprenden sus hechos y desde ahí se proyectan. El gran error del gobierno federal está en su condición de estado canalla, pues es ahí donde se extravía la posible solución al problema. Cuando se justifica de alguna manera este gran problema, es un hecho que se deviene en conflicto. La actual sociedad está padeciendo lo que el estado canalla le ha deparado: la violencia. Sí no se regresa a nuestros orígenes y se asume como la gran tarea, aquella por la que Morelos, el insurgente, tomó las armas y arengó al pueblo al combate, y que se manifestó en ese gran documento llamado “Los Sentimientos de la Nación”, no habrá salida posible y sí más muertos y más muertos. La lucha que todos debemos dar es aquella en que se combata la indigencia y la opulencia construyendo un país de iguales. Hoy por hoy, los michoacanos y los mexicanos en general, tienen la certidumbre de que están solos y a dos fuegos: el de los agentes del gobierno y los violentos que el propio gobierno ha creado para fortalecer nuestro miedo.